Ermita de San Blas


Ermita de San Blas (Siglo XVII): Iglesia de planta de cruz latina de una sola nave mayor de cuatro tramos y ábsides planos, con dos cuerpos de sacristía en el testero y transparente. La fachada es un sencillo paño, con portalón de arco deprimido, que se remata con una espadaña de dos ojos y un tercero, más pequeño, coronado por un frontón triangular. De estilo barroco toledano, se remodeló a lo largo del siglo XVII, aunque se tienen noticias del templo primitivo a través de un documento del año 1209. En cierto inventario de las posesiones de la ermita, realizado en el año 1700, se relacionan dos cuadros de El Greco (un San Francisco y un San Jerónimo), vendidos a principios del siglo XX para costear las obras de rehabilitación de la iglesia parroquial. En la Guerra Civil Española (1936-1939), la ermita fue utilizada como cocinas por las milicias republicanas y destruido todo lo que había en su interior. Desde el año 2008 se encuentra en proceso de rehabilitación y desde el 2010 acoge, de nuevo, la romería en honor a San Blas (del cual toma su apelativo popular) tras más de 70 años interrumpida.
La iglesia parroquial y la ermita de Nuestra Señora de Burguillos -conocida popularmente con el sobrenombre de San Blas- son los dos edificios emblemáticos de nuestro municipio. Ambos son visibles desde la lejanía, y mientras uno destaca por encima de los tejados, con su esbelta torre, el otro se yergue solitario, pero majestuoso, entre campos de almendros y olivares.

La ermita se asienta junto al camino Real que desde la ciudad conduce a Ajofrín -una antigüa calzada secundaria romana que unía Córdoba con Toledo-, justo a un kilómetro al noroeste de la población, y al lado del cauce del arroyo de la Rosa, que nace en las fuentes de Alimán. 

Su fundación parece perderse en la noche de los tiempos. Ya en 1576, cuando los vecinos de Burguillos dan contestación al interrogatorio enviado por Felipe II para la redacción de sus conocidas Relaciones Topográficas, se hace alusión a la antigüedad de la ermita:


“…entiendese que es desde que había moros en Calatrava,
            y ansi esta hecha a manera de casa fuerte, y la imagen de
Nuestra Señora es toda de piedra a la estatura de el natural…”

La primera referencia escrita sobre este templo aparece en un documento mozárabe que se conserva en el Archivo de la Catedral de Toledo. Se trata del testamento de doña Charina, otorgado en julio del año 1209, en el cual manda un mizcal para la fábrica de la iglesia de Santa María de la Sisla y otro para la de Santa María de Burguillos.



Sin embargo, el edificio, tal y como ha llegado a nuestros días, es de finales del siglo XVII, época en la cual se emprendió una profunda remodelación que duró varios años. Probablemente no diste mucho de su concepción original, pues a pesar de esta reedificación y del añadido posterior de la sacristía, en alguno de los lienzos actuales se conservan los arranques de sus muros originales.

En 1747 se culminaría la ornamentación de la ermita, con el dorado del retablo del Altar Mayor, dedicado  a la Virgen, y el colateral del Cristo de la Fe, que comenzó venerándose en este templo hasta convertirse en patrón religioso de la localidad y ser trasladado a la iglesia parroquial..

Durante el siglo XIX la ermita se haría famosa en todos estos contornos y en la propia ciudad de Toledo, por la celebración de su tradicional romería de San Blas, festividad que aún sigue celebrándose en el pueblo, pese a que el estallido de la contienda civil española marcara un nuevo hito en la historia de este singular edificio, al encontrarse en primera línea del denominado Frente Sur del Tajo y muy próxima a la ciudad, en una zona donde se sucedieron multitud de enfrentamientos bélicos, desde el mismo inicio de la contienda hasta la ofensiva final de 1939.

Los pueblos de Cobisa y Burguillos fueron reconstruidos al finalizar la guerra, restableciéndose los servicios públicos esenciales, pero fueron tales los destrozos, que no quedó financiación para recuperar la ermita, quedando abandonada durante casi setenta años. Aunque no por ello olvidada y protegida de nuevos desmanes, puesto que la misma forma parte del conjunto destinado a cementerio municipal.



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